La narrativa (y la literatura) dentro del Rock Progresivo
Un lado poco conocido de un sub-género muy abandonado.
Es posible que no exista sub-género musical tan poco popular y tan poco comprendido como el rock progresivo o progre, para los cuates. Salvo por su breve popularidad en la década de los setentas –para el 78’ ya era un género casi muerto a nivel mediático–, el progre ha sido ignorado e incluso satanizado por la crítica al grado que la muerte de Keith Emerson (uno de los tecladistas más virtuosos de toda la historia del rock y principal exponente del rock progresivo) pasó casi desapercibida en el mundo.
Pero, a todo esto, ¿qué es exactamente el rock progresivo? Difícil de definir, incluso para los mismos fans, los orígenes del progre son debatibles pero el consenso general es que las bandas que originaron este movimiento buscaban elevar el rock a un nivel de credibilidad artística, alejándose del formato verso-coro-verso y del compás 4/4 (compás en el que está compuesta casi toda la música comercial), haciendo uso de sonidos y técnicas de composición encontradas en el jazz y la música clásica.
La increíble proliferación de bandas, especialmente en Europa, dio lugar a muchos subgéneros (más de quince al día de hoy), que abarcan desde el rock sinfónico –composiciones complejas, dividas en movimientos como sinfonías– hasta el progresivo electrónico que surgió en Alemania y fueron los primeros grupos en incorporar el beat como hoy en día se le conoce (las bandas más representativas siendo Kraftwerk y Tangerine Dream –estos últimos dieron un concierto privado para Salvador Dalí, cuando la banda se llamaba The One en 1967).
A pesar de sus variedad y enorme riqueza musical, paradójicamente el progre está enterrado en lo más out de la escena musical underground, y digo paradójicamente, pues su importancia en la historia musical, además de innegable es incalculable, al influenciar a muchos de los grupos que revolucionaron la música, entre ellos The Sex Pistols, Nirvana y Radiohead, por mencionar algunos.
Y así es como llegamos a la pregunta obligada: ¿qué es de lo qué menos se habla cuando se habla de un sub-género obscuro y olvidado? La respuesta es sencilla: las letras y la temática de los álbumes. Sin duda son dos facetas poco tomadas en cuenta incluso por lo propios fans pero que son dos puntos clave para entender y sobre todo definir el Rock Progresivo.
Filosofía, espiritualidad, misticismo, ciencia ficción, surrealismo, incluso humor, fueron algunos de los temas que grupos como Yes, Genesis, Rush y Emerson, Lake & Palmer cantaron acerca de. Al final, su virtuosismo como músicos (es importante mencionar que los músicos del progre son, en su mayoría, virtuosos del instrumento que tocan) no era suficiente para transmitir el mensaje; tenían que haber letras y, así como la música, estas tenían que ir más allá de la cultura popular.
Un gran ejemplo de ciencia ficción en el progre corrió a cargo de Emerson, Lake & Palmer. En su obra más ambiciosa, el LP Brain Salad Surgery (1974) –cuya portada fue diseñada por H.R. Giger, el mismo artista que diseñó las criaturas de la película Alien de Ridley Scott– habla del nacimiento de las computadoras a manos del hombre y el dominio eventual de estas sobre él. En la principal y extensa canción del disco, titulada Karn Evil 9, casi al final del último movimiento, una voz computarizada canta “Stranger! Load your program. I am yourself.” El hombre termina gobernado por su propio invento y ahora éste dicta su identidad, (¿redes sociales? ¿alguien?). También musicalizaron en ese mismo disco el poema “And Did Those Feet in Ancient Time”, del poeta y místico inglés William Blake, cantada a modo de himno por Greg Lake.
Cuando Peter Gabriel era el vocalista y letrista mayoritario en Genesis, sus letras surrealistas moldearon la identidad inicial de la banda, al tocar temas tan diversos como Narciso, dos amantes reuniéndose en media Apocalipsis, las hermafroditas y un punk en Nueva York llamado Rael. Gabriel incluso incorporó personajes de otras obras clásicas en sus canciones como en el caso de The Cinema Show, que cuenta una tarde que Romeo y Julieta van al cine y y se encuentran con Tiresias, el ciego que aparece en el monumental poema de T.S. Eliot, The Waste Land. El álbum que contiene esa canción, curiosamente se llama Selling England by the Pound (1973) pues fue Ezra Pound fue quién editó el poema mencionado, mismo que le abrió camino a Eliot para ganar el premio Nobel en 1948.
La espiritualidad existe en muchas de las letras de Yes, especialmente las que corrieron a cargo de su ex vocalista y uno de los fundadores de la banda, Jon Anderson, cuyo interés por los espiritual permeó a lo largo de la discografía del grupo. Anderson, durante una gira, leyó la autobiografía del Yogi, Paramahansa Yoganada y conoció la existencia de cuatro sagradas escrituras hindús llamadas Shastras. Estos textos lo llevaron a convencer a la banda de hacer un disco conceptual (el disco conceptual, aunque no exclusivo del rock progresivo, fue una de las características más representativas del mismo) basado en ellas. El resultado fue LP doble, titulado Tales from Topographic Oceans (1973), constituido por cuatro canciones de más de 18 minutos de duración y que son las representaciones musicales de las Shastras. Jon Anderson ha continuado con estas temáticas en sus discos solistas, entre ellos uno que lleva el nombre de Toltec (1996) y que explora el misticismo detrás las tribus nativas americanas.
El trio canadiense Rush, es más conocido por su virtuosismo y por alcanzar un éxito mainstream que por sus letras, las cuales corrían a cargo de su baterista Neil Peart (considerado uno de los mejores y más influyentes bateristas de la historia del rock) y las cuales trataban temáticas muy variadas, desde canciones inspiradas en el Objetivísimo de Ann Ryand, como es el caso de la canción “2112”, hasta canciones como Limelight que hablan sobre la fama de una manera muy honesta: “I have no heart to lie, I can’t pretend the stranger is a long-awaited friend.” Neil, después de perder a su esposa e hija con meses de diferencia, recorrió en motocicleta partes de Estados Unidos, Alaska, Canadá, México y Belice, para finalmente escribir un libro sobre esta experiencia titulado: Ghost Rider: Travels on the Healing Road.
Respecto al humor en el progre, fue el prodigio Frank Zappa, quién vocalizó sus elaboradas composiciones con letras llenas de sátira, humor, crítica y obscenidades. La pregunta que el mismo planteó, “Does humor belong in music?”, título que lleva un disco en vivo de 1986, fue respondida una y otra vez por su propia obra al cantar sobre mexicanos, sexo oral, comida, nalgadas, y groupies, entre muchas otras “barbaridades”. Zappa estaba tan comprometido con la libertad de expresión en la música que se presentó ante el senado de Estados Unidos para defender el derecho de los músicos a cantar sobre lo que quisieran.
Camel, quizá el menos conocido de los grupos que forman el Olimpo del progre, grabó un disco instrumental basado en la novela The Snow goose de Paul Gallico. El álbum es comúnmente llamado “The Snow Goose” (1975) entre los seguidores de la banda pero su verdadero título es “Music Inspired by the Snowgoose” debido a que Gallico se rehusó a que usaran fragmentos de la novela como letras, lo que obligó a Camel (y lo que a mí parecer fue una bendición disfrazada) a grabar un disco completamente instrumental que logra captar de manera bellísima las situaciones y paisajes de la novela.
Probablemente el mejor ejemplo de cómo las letras definen la identidad de una banda es el caso del grupo francés Magma. Los vocalistas de Magma, un coro de más de 5 personas, cantan en el idioma Kobaïa que fue inventado por su baterista, líder y fundador, Christian Vander, para narrar la historia conceptual – contada a través de la mayoría de su discografía– sobre la fundación del planeta Kobaïa a manos de refugiados que escaparon de la tierra. El Kobaïan es una lengua fonética basada en el eslavo e idiomas germanos – hay quiénes dicen que también en el scat-yodeling del cantante de jazz Leon Thomas– con el fin de hacerla un instrumento más dentro del complejo ensamble de la banda y de paso, la pieza principal en la narrativo de la saga espacial sobre los fundadores del planeta Kobaïa.
La música de Jethro Tull (otro gigante del progre que logró irrumpir en el mainstream) contiene letras crípticas escritas por su carismático y enigmático frontman, Ian Anderson. De toda su obra, sobresalen en términos de narrativa dos discos en particular – los cuales curiosamente son también los más representativos y alabados por los fans y la crítica–. El primero es Aqualung (1971), cuyas letras son una dura crítica a The Church of England y la hipocresía religiosa, ejemplificado en pasajes como “If Jesus saves – well, He’d better save himself from the glory seekers who use His name in death”. El otro ejemplo es su álbum conceptual y para muchos su obra maestra, Thick As Brick (1972), cuyas letras son un largo poema escrito por un niño genio llamado Gerald Bostock y el cual fue publicado en un periódico inglés local. Pero Gerald Bostock nunca existió; todo fue un invento de la banda. Incluso el LP original venía con una reproducción impresa del periódico ficticio reforzando el concepto del disco conceptual (disculpen la redundancia pero no me resistí).
En los ochentas Marillion –quién toma su nombre del Silmarillion de J .R.R. Tolkien– en sus primeros cuatro discos, (la letras corrían a cargo de su ex vocalista Fish) canta sobre el hombre moderno y sus batallas contra demonios como el abuso de sustancias, el desamor y el divorcio, el desempleo y la opresión política, de una forma honesta y desgarradora, alzando al hombre común y corriente a un nivel de héroe clásico.
Tool, la icónica banda americana de metal progresivo, es sumamente cuidadosa de sus letras y como estas se relacionan con su música. Desde componerlas reproduciendo los números de Fibonacci en las sílabas de cada línea (escuchen la rola Lateralus) hasta tocar temas como la evolución, el abuso infantil, extraterrestres y la psicología Jungniana. Las portadas de sus últimos tres discos, a cargo del artista Alex Grey, contienen varios elementos esotéricos, entre ellos la geometría sagrada –en particular los símbolos Enochianos– y se pueden definir como arte moderno espiritual.
La lista sigue: The Alan Parsons Project basó todo su primer disco en los cuentos de Edgar Alan Poe, Wuthering Heights de Emily Brontë inspiró el último disco puramente progresivo de Genesis cuando Phil Collins ya era el vocalista. Los padres del rock progresivo, King Crimson, cantaron sobre distintas cosas, entre ellas la disciplina, la existencia de Dios y el hombre neurótico a lo largo de sus diferentes etapas musicales. La obra cumbre de Porcupine Tree, Fear of a Blank Planet (2009), tiene mucha influencia de la novela Lunar Park de Bret Easton Ellis. Un ejemplo en la escena nacional es el de la talentosa banda mexicana, Ekos, quienes hablan con metáforas y alegorías sobre la condición humana en su primer LP Luz Interna (2013). Y muchas de las bandas italianas crearon su música a partir de obras clásicas como El Infierno de Dante en el caso del grupo Metamorfosi, Zarathustra en manos de Museo Rosenbach y la Pasión Según San Mateo fue musicalizada por el finísimo trio Latte E Miele, por mencionar algunos ejemplos.
Se podría escribir un libro que sólo hable de las temáticas en los álbumes del rock progresivo. Quizá hasta dos. Pero no es el propósito de este texto hacer un compendió enciclopédico sino hablar de una de las facetas más olvidadas pero tan ricas del progre, tanto en sus referencias a la gran literatura, como en sus propuestas narrativas, las cuales en su mayoría poseen una gran calidad literaria y, a diferencia de las novelas, poemas y cuentos, estas vienen totalmente musicalizadas.
Este artículo fue publicado originalmente en el suplemento Lee+ de Librerías Gandhi, en la edición Año 8 Número 86 Julio 2016. Esta versión ha sido revisada y ampliada en Mayo del 2024.